Los cuatro grandes retos de la Movilidad Aérea Urbana
Firma Invitada >

Los cuatro grandes retos de la Movilidad Aérea Urbana

P1010657(1)
|
Responsable de I+D de la División UAS en ITG

Hace pocos días, paseando por A Coruña, un dron recorrió de punta a punta una de las zonas más emblemáticas de la ciudad. Bien por el ruido de conversaciones, bien porque era pequeño, ninguno de mis acompañantes pareció darle importancia. Esa indiferencia me hizo notar que mucha gente ya ha asumido que los drones forman parte de nuestras vidas.

Ya sean entregas de última milla, un dron de los bomberos extinguiendo un incendio, o, por qué no, un taxi aéreo acercando a una familia a un aeropuerto, cada vez está más claro que vamos a convivir con vehículos aéreos no tripulados en nuestras ciudades. Sin embargo, que podamos recoger un paquete de nuestra azotea y ver marchar al dron en el horizonte, no va a ser cosa de días. Antes de que la movilidad aérea urbana se convierta en una realidad, la industria tendrá que superar al menos cuatro grandes retos.

Convivencia

Los drones tendrán que aprender a convivir no sólo entre ellos, sino también con las aeronaves que ya están en nuestras ciudades. El cielo no está vacío, y numerosas ciudades en todo el mundo cuentan con un tráfico aéreo nada desdeñable, especialmente si hay aeropuertos y servicios de emergencias cerca de la ciudad. Por esa razón, es imprescindible que la convivencia entre vehículos tripulados y no tripulados se aborde antes de permitir operaciones de drones con cierta recurrencia.

La solución es compleja y tendrá que cimentarse en un compromiso que, por un lado, facilite la transición de las aeronaves convencionales al nuevo ecosistema sin que pierdan su lugar ni cometido y, por otro, que los drones limiten el impacto que generarán al incorporarse al espacio aéreo compartido con dichas aeronaves, ya sea mediante cambios estructurales del espacio aéreo, nuevos procedimientos de vuelo o tecnología que permita una gestión eficiente de potenciales conflictos entre ambas.

Digitalización

Esta coexistencia “forzosa” plantea a su vez retos propios, destacando especialmente el cómo gestionar un número creciente de vuelos con y/o sin piloto, y con distintas capacidades para ser detectados y detectar, compartir su posición o realizar maniobras ágiles en tiempo real, entre otras. Tradicionalmente, la gestión del tráfico aéreo ha estado y está en manos de los controladores aéreos, y la comunicación analógica está ampliamente aceptada y desplegada.

En los últimos años se han visto síntomas de digitalización del sector, pero aún lejos de los niveles que serán necesarios en el cielo del futuro. La gestión de los vuelos no tripulados en ciudades será digital, y en Europa, irá ligada al desarrollo de U-space. Es crítico trabajar con una visión global, elaborando estándares que permitan que UTM y ATM hablen la misma lengua de forma eficiente y, por descontado, segura. Además, la democratización del uso de drones puede llevar a miles de operaciones simultáneas en algunas ciudades. 

Este volumen de tráfico sólo podrá gestionarse mediante una mejora sustancial de los niveles de automatización, no sólo para garantizar la seguridad de las operaciones no tripuladas, sino también, para reducir la carga de trabajo de los controladores aéreos que tengan que lidiar tanto con aeronaves convencionales, como con las potenciales visitas de sus nuevos, y en este caso posiblemente no bienvenidos, vecinos aéreos.

Infraestructura

O más bien, la falta de infraestructura tanto terrestre como CNS, y cómo integrarla de forma no invasiva y sostenible en unas ciudades cada vez más inteligentes, supone un punto de bloqueo más a la hora de un despliegue exitoso y ágil de la movilidad aérea urbana. Al hablar de infraestructuras de tierra, pensamos directamente en vertipuertos, pero esto es sólo una pequeña parte. No bastaría con una “V” pintada en el suelo que permita despegues y aterrizajes, sino que se requeriría la construcción de hangares, terminales de pasajeros y carga, zonas de recarga eléctrica (o de hidrógeno u otras combustibles), o incluso el despliegue de hangares autónomos o vertipuertos móviles que habiliten el despegue y aterrizaje de aeronaves de menor tamaño desde otras azoteas, jardines u otras ubicaciones. 

La falta de infraestructuras de comunicación y vigilancia dedicadas al tráfico de aeronaves no tripuladas dificulta, por ejemplo, la detección de aeronaves que no compartan su posición, o permite que existan zonas con una peor cobertura de señal, impidiendo unas comunicaciones y posicionamiento óptimos. El despliegue de estas infraestructuras tiene además que realizarse de la mano del desarrollo de los equipos de a bordo de los drones y de los servicios de gestión del tráfico aéreo, creando la necesidad de potenciar un área de investigación que será clave en los próximos años.

Aceptación social

O cómo un reto no tecnológico puede limitar e incluso bloquear el aterrizaje exitoso de la movilidad del futuro. Si bien, según la encuesta de EASA sobre movilidad aérea urbana de 2021, los ciudadanos europeos tienen una actitud positiva hacia la movilidad aérea urbana, no es menos cierto que tienen más preguntas que certezas. Al comienzo del texto, mencioné mi paseo por A Coruña y el dron. Primero, lo escuché. Volaba a baja altura, y, por tanto, no era silencioso. Segundo, me distrajo. No sabía para qué estaba ahí, si estaba tomando fotografías o sólo era un juguete caro. Por último, volaba por encima de mi cabeza, y las de al menos varias docenas de personas. ¿Qué pasa si se cae? Si yo, que pese a convivir con drones de forma habitual, me hice estas preguntas, ¿qué pensará un ciudadano normal que no está acostumbrado a cruzarse con drones al ir a comprar el plan?

Es vital que la industria y las autoridades locales, hagan un cuidadoso análisis del impacto que tendría esta movilidad en sus ciudades y, consecuentemente, diseñen estrategias para llegar a los ciudadanos de forma efectiva.  Hay que hacerles partícipes del cambio, que sea tan suyo como de los ingenieros. La tecnología va a cumplir las expectativas, ahora es necesario trasladar confianza a la gente.  Y en particular, es esencial el rol de las nuevas generaciones en este nuevo ecosistema tecnológico. Ellos, nativos digitales, serán quienes ayuden a moldear la movilidad del futuro, demandando servicios ágiles y sostenibles que satisfagan una forma de vida cada vez más al servicio del ciudadano, y no lo contrario.

Queda mucho por hacer en los próximos años, pero la comunidad y la industria han unido tecnología y actitud para superar los desafíos. Estamos listos para embarcar.



Los comentarios deberán atenerse a las normas de participación. Su incumplimiento podrá ser motivo de expulsión.

Recomendamos

Lo más visto