Drones: los ojos del confinamiento
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Drones: los ojos del confinamiento

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15 de marzo de 2020: En España se ponía en marcha el estado de alarma y se aplicaban las medidas de confinamiento, diseñadas entre las autoridades sanitarias y de seguridad ciudadana, dónde sólo se permitían las actividades consideradas esenciales, hasta el pasado 2 de mayo, cuando ya se pudo empezar a salir a hacer deporte y pasear guardando la distancia social.

Durante esas largas, tediosas y hasta odiosas semanas de confinamiento, las fuerzas de seguridad, ya fueran estatales, autonómicas o locales, tuvieron que doblar turnos y hasta desdoblarse (en modo figurativo), para hacer cumplir dicho confinamiento por parte, tanto de la población autóctona, como la foránea, que fue algo más rápida (al principio), en diseminarse por algunas zonas de segunda residencia, para evitar quedar atrapados en las grandes capitales, donde el riesgo y cifras de contagio, aumentaban de forma exponencial.

Ningún país del mundo, por presunto “avanzado” que se vanagloriase, estaba preparado para una situación de emergencia global como esta. Incluso desde algunos sectores, tanto gubernamentales, como económicos, se intentaron silenciar algunas voces expertas en la materia, donde se advertía del tsunami que se nos venía encima. Y es que la máquina de hacer dinero… ¡no podía pararse!

Para ponernos en situación, la superficie total de España abarca 506.030 kilómetros cuadrados, lo que nos sitúa entre los 50 países más extensos del mundo. Además, la red vial tenía, a 31 de diciembre de 2018, 165.624 kilómetros. Finalmente, y donde ha recaído la principal preocupación en el control del movimiento, en este caso, del confinamiento de la población, ha sido en las administraciones locales, los ayuntamientos, quienes tienen a su cargo (según la última medición realizada con carácter oficial, que data de 1998) de 489.698 km, de los cuales 361.517 km son interurbanos.

Muchos de esos ayuntamientos, además, por tratarse de destinos de segunda residencia y vacacionales, llevan arrastrando un lastre a sus espaldas, llamado censo de población, por el cual se rigen los presupuestos y asignaciones económicas derivadas a éstos, y por tanto, los que permiten ofrecer a sus habitantes, por ejemplo, un número determinado de efectivos policiales per cápita. El problema sobreviene cuando esta ley censal, no tiene en cuenta los aumentos poblacionales derivados de estas segundas residencias y evidentemente, eso conlleva a una falta crónica de servicios a toda la población.

Es por ello, que las operadoras de RPAS/drones en España, y así lo recoge el artículo 44 del Real Decreto 1036/2017, sobre las situaciones de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública, tienen el deber de contactar con las autoridades públicas responsables de la gestión de tales situaciones, para ofrecer su colaboración como operadores habilitados para el ejercicio de operaciones aéreas especializadas, siempre ajustándose a las condiciones y limitaciones previstas en este real decreto.

Esto es, que aunque ya existen algunos cuerpos de las fuerzas de seguridad del estado, como la Guardia Civil, Mossos d’Esquadra, Ertzaintza y Protección Civil, que ya disponen de efectivos para realizar operaciones especializadas con drones, la inmensa mayoría de esas poblaciones, “pequeñas” (en censo), pero grandes en extensión y potencial población de segunda residencia, no pueden permitirse una partida importante del ajustado presupuesto municipal, para tener a un mínimo de 2 agentes plenamente capacitados y una o dos aeronaves equipadas, para poder realizar cualquier tarea de vigilancia aérea de extensas áreas de territorio en pocos minutos.

Por tanto, muchos operadores de drones en España, se ofrecieron a una inmensa mayoría de ayuntamientos, para poder llevar a cabo estas tareas de control y vigilancia del citado (y odiado pero tan necesario) confinamiento, en toda la geografía española. Gracias a esta colaboración, podía asignarse a un único agente para acompañar al piloto profesional, realizando vuelos en puntos estratégicos de la población, mientras el resto de agentes se dedicaban a ejercer sus tareas de control de carreteras, caminos y calles, además de gestionar la seguridad ciudadana.

Lamentablemente, como la sociedad española no se caracteriza especialmente, por un sentido de la disciplina ante las indicaciones de sus gobernantes, nos gusten estas más, menos o nada, a fecha del 20 de mayo, España superaba el millón de multas por violar las medidas del estado de alarma y los detenidos por violar alguna de las medidas superaban los 8.400. Pero no se preocupen, porque incluso las autoridades de una sociedad tan “avanzada” como la sueca, tras dejar en manos de sus ciudadanos la responsabilidad social ante esta pandemia, han tenido que retractarse por un incremento del número de casos y fallecidos. Con todo ello, un grupo de científicos, dijo que quizás era el momento de reconocer que la política de inmunidad de masas había fallado y que había que unirse al rebaño del confinamiento generalizado, o más restrictivo. Ya lo ven, los tópicos están para hacerlos caer.

Pero volvamos al tema que nos concierne, pues los drones no sólo se han convertido en los “ojos del confinamiento”, sino que además, sobre todo en algunos países asiáticos, como China, no dudaron en usarlos para esparcir desinfectante en grandes áreas urbanas, con el mismo método que en España, ya empiezan a usar algunos agricultores, para el control de plagas y uso de herbicidas o abonos.

En Asia, fueron un paso más allá y usaron los drones, equipados con cámaras térmicas, para identificar a distancia posibles casos sintomáticos con fiebre, y a través de sus ya conocidos softwares de IA (inteligencia artificial) de reconocimiento facial, llegar a esos ciudadanos para “invitarles” al confinamiento y tratamiento, si fuera preciso.

Volviendo a nuestro país, y siguiendo por el deporte de saltarse las normas, con el llamado “ojos que no ven, corazón que no siente”, a fecha del 23 de mayo, sólo en Barcelona, se detectaron 35 infracciones en vuelos con drones durante el confinamiento. La Guardia Civil identificó a 12 pilotos que habían cometido 35 infracciones a la normativa de seguridad aérea y ciudadana en el vuelo de drones en la provincia de Barcelona durante el confinamiento por el coronavirus. Entre ellos, cabe destacar, no por su pericia, sino por su desprecio por las normas y la profesión, la detección de una persona que había realizado 52 vuelos no autorizados, algunos de ellos durante el estado de alarma, periodo durante el cual los pilotos, como el resto de ciudadanos, tenían restringida su movilidad en espacios exteriores, excluyendo eso sí, los pilotos movilizados por el citado artículo 44.

A 7 de abril, los Mossos d'Esquadra, habían denunciado al piloto de un dron que en las últimas semanas efectuó hasta 36 vuelos ilegales, a una altura de hasta 500 metros, muy superior a los 120 permitidos, para tomar imágenes de la Barcelona vacía durante el confinamiento, para alimentar su ego y dudosa inteligencia en las redes sociales. Evidentemente, el piloto fue denunciado ante la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), el órgano responsable de la generación del expediente sancionador, que en los casos de vuelos de drones recreativos que se efectúan de forma ilegal pueden llegar hasta los 225.000 euros (una buena hipoteca). Y es que en España, parece que hasta que el “burro” no recibe el palo, no entiende que no puede salirse de su senda.

Recapitulando: Poniendo la vista en el día de mañana, donde arrancamos la atípica temporada estival que nos espera, muchos ayuntamientos ya se están organizando para controlar aglomeraciones y aforamiento en nuestras más de 3.000 playas. ¿Cómo? mediante el uso de drones y un software específico de IA, para el conteo de personas. Pero tranquilos, que la protección de datos e imagen personal, estarán aseguradas, ya que la altura de vuelo de las aeronaves no permitirá “ver” más que bultos en la arena, para que el software los pueda contar e informar a la autoridad competente al momento.

Quien sabe cómo evolucionará nuestro sistema de uso de este espacio público singular y a la vez tan maltratado. ¿Tal vez adoptaremos el modelo italiano, por el que prácticamente todo el litoral está cerrado y sólo se puede acceder a las playas mediante el correspondiente pago de una tasa? Puede que de esta forma, dejemos de usar nuestras playas como un vertedero y empecemos a valorarlas como un tesoro que se nos ha dispuesto para su cuidado.

Volviendo al modelo chino, y teniendo en cuenta que las autoridades sanitarias y la OMS (Organización Mundial de la Salud), ya han anunciado que lo más seguro es que se produzca una segunda “ola” de contagios de cara a octubre del presente año, pudiendo prolongarse hasta el próximo mes de abril de 2021, deberíamos preguntarnos si la salvaguarda de las vidas humanas, incluyendo nuestra propia seguridad, debería pasar por delante de la protección de nuestra identidad personal, y más, cuando de forma consciente o no, mientras enarbolamos la bandera de esta supuesta “protección de la intimidad”, dejamos a la vista de millones de personas, nuestra imagen y nuestros movimientos, esparcidos en las diferentes redes sociales (alimento vital para el narcisismo). Tal vez nos falta un poco más sentido común, antes de levantar la voz de forma intransigente, para reclamar unos derechos, los cuales nos torpedeamos de forma habitual.

Mientras nuestra sociedad de adapta a la nueva realidad, los pilotos profesionales seguiremos trabajando duro, codo a codo con los profesionales, empresas y administraciones, llevando a cabo operaciones especializadas con drones, a unos costes asequibles pero dignos, con unos tiempos que reclaman la inmediatez y sobre todo, bajo un paraguas de seguridad jurídica y de las personas, que sólo las operadoras autorizadas por la autoridad aeronáutica pueden ofrecer.

Mientras tanto, y hasta que no llegue una vacuna disponible a nivel global, seguiremos llevando mascarilla y manteniendo las distancias de seguridad para evitar contagios, y sobre todo, ayudar a los miles de profesionales sanitarios, para que puedan por fin, dentro de sus posibilidades, permitirse una tregua, tras la maratón de horas, sudor y lágrimas que han tenido que soportar sobre sus hombros.



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